
Onomichi
Uno de los lugares a los que fuimos que no suele encontrarse en los itinerarios de viajes a Japón es Onomichi. Este pequeño y tranquilo pueblo pesquero nos lo recomendó una chica argentina-japonesa. Es conocido por un camino a través de innumerables y pequeños templos, el castillo de Onomichi, el Parque Senkoji, la gran área de puerto y por el Shimanami Kaido.






La forma más rápida de llegar desde Kioto es con un shinkansen hasta la estación Fujikawa y de ahí haciendo un traspaso a otro shinkansen hasta la estación Shin-Onomichi que se encuentra en la parte más alejada del pueblo. De allí nos tomamos un bus que nos dejó en la parte del puerto donde están los barquitos de pasajeros que llevan a las islas.






Más allá del pueblito, se lo conoce como punto de partida de un camino de puentes (Shimanami Kaido) que es la única conexión entre la isla principal de Japón y la isla Shikoku a través de las islas del mar Seto. Nuestro principal destino se encontraba en una de esas islas, llamada Ikuchijima, y era el Templo Kosanji. Al templo se llega tomando un ferry desde el puerto Sawa de Onomichi hasta el puerto Setoda de Ikuchijima.






Resulta increíble para cualquiera que no haya visitado Japón la idea que uno se hace de un puerto. Normalmente por estas zonas se lo asocia con un lugar con construcciones pesqueras, bastante maloliente y un lugar relativamente sucio. En Japón los puertos no tienen olor y el agua es particularmente limpia. Pero en el mar de Seto, casi da asco la transparencia de las aguas, tanto que se puede ver metros hacia abajo, en aguas color azul-turquesa.






La parte de la isla por la que caminamos es de pequeñas casitas de madera, bien pueblo y cero turístico. Del puerto al templo hay unos 15 minutos de caminata.






Fundado en 1936 por un empresario en devoción a su madre, este templo tardó 30 años en ser construido y posee réplicas de templos famosos de todo Japón. La realidad es que, más que un templo, parece un aglomerado de diferentes atracciones dispersas en un mismo terreno. Sus partes principales tiene un estilo brillante y recargado bastante chino en su esencia.






El complejo incluye variados edificios, todos de estilos diferentes.







Entre esos numerosos edificios se encuentra la antigua residencia de quien construyó el lugar. Una casa con una marcada mezcla entre oriente y occidente. Muy particular.






Como ya mencionamos, el estilo del lugar es bastante colorido, cargado, con muchísimo detalle. Es asombroso cuando mirás parte por parte cada cosa de la decoración. Una cosa que no nos pareció buena es que no estaba tan puntillosamente cuidado como todos los otros lugares de Japón.









Caminando por los jardines del lugar, casi sin darnos cuenta, nos interrumpió la visual una gigantesca señora… una estatua de Hibutsu Kusekannon de 15 metros de altura! Es tan imponente que de golpe te encontrás sin poder dejar de mirarla.






Una de las razones sino LA razón por la que visitamos este Templo es Miraishin no Oka: cerro de la esperanza. Un lugar dentro del templo realizado por un artista japonés enteramente con mármol de carrara importado de Italia. Tiene varias esculturas y es inmenso.






Es toda una caminata subiendo la colina con pisos de mármol. Todo es mármol, hasta los carteles de los baños. Es impresionante.






A medida que vas ascendiendo las vistas van mejorando cada vez más. Se pueden apreciar cosas muy distintas de acuerdo a en que parte del camino estés.







Una vez que se llega arriba se pueden ver más esculturas junto con la que sería la escultura principal del lugar, la que se ve desde todas partes llamada La torre de la luz. Es una escultura en forma de pico hacia el cielo.






Allí mismo se encuentra el Café Cuore. Un cafecito que sigue la onda del lugar con todas cosas de mármol y donde uno puede descansar un poco.






Uno puede sentarse a comer y tomar algo con hermosas vistas tanto del lugar como de los alrededores. Algo que no entendimos y no preguntamos, era una extraña puerta de unos 70 cm sobre otra puerta…





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Como todo en Japón, los terrenos de este templo están repletos de detalles que valen la pena tanto para disfrutar como para fotografiar.






Por otro lado, volviendo ya abajo, hay una larga cueva de unos 350 metros que además de estatuas y demás cosas posee como atracción principal una serie de cuadros de escenas del infierno budista. Las imágenes son realmente interesantes.






Se llega luego a una muy amplia zona con muchos pisos de altura con muchas más estatuas, agua en el piso y una iluminación muy especial.






Un paseito final por mucho verde y unas bellas edificaciones antes de salir del templo. Realmente los edificios dentro no se parecen entre sí pero todos son impactantes.







El templo, fundado por Kosanji Kozo en 1936 en honor a su madre fallecida contiene la villa Choseikaku. Esta villa estaba enteramente decorada con obras de arte budista. Estas obras de arte ahora son parte fundamental del Museo Konsaji, justo frente al templo. El museo tiene más de 2.000 items y hay 3 áreas: arte budista, ceremonia del té y arte moderno.





No se podía sacar fotos dentro pero el paseo exterior y los vitrales de los baños también eran muy lindos.





Habiendo recorrido todo y con bastante tiempo para esperar el ferry que nos devuelva a Onomichi, volvimos al puerto de Setoda por Shiomachi, una calle de locales que tenía decorado especial por otoño y unos precios de carne increíbles…






Para hacer tiempo y acompañar el mate, nos aprovisionamos antes de la calle en una rica panadería frente al Kosanji.





Nos sentamos en el puerto a esperar con nuestra merienda… y los cerdos comieron: Tarta de castañas, 2 tipos de galletitas de almendras, torta de chocolate con chispitas de oro y tarta de mousse de arándanos y crema. 😉 Rico… demasiado, demasiado rico.





Llegamos a Onomichi y emprendimos la caminata que une la multitud de templos. Se llama el Camino de los Templos y está “señalizado”. Tiene unos dos kilómetros y medio y podés terminar en un parque, arriba, subiendo con un teleférico para obtener muy buenas vistas.






Los templos que pasan por la ruta son 25, además de santuarios y demás. Lamentablemente no llegamos a tiempo y recorrimos solo una parte del camino. El teleférico cerró antes de nuestra llegada y las indicaciones al principio estaban en romanji y japonés pero luego estaban solo en japonés y nos perdimos.






El lugar no se ve para nada turístico y algunas casas en el recorrido son muy humildes. Esto le da una magia especial pero a su vez nos produjo sentimientos encontrados. La mala señalética te saca ganas de seguir la ruta, las condiciones generales del lugar son tan diferentes a las zonas turísticas que el shock es grande y al mismo tiempo todo eso hace a una mística muy interesante.







Algunos templos y cementerios son muy bonitos realmente.






Algo que nos frustró mucho es que nos hubiese gustado hacer el recorrido completo y detallado porque queríamos contribuir con hacer una suerte de guía para el mismo ya que es un lugar al que no se va mucho y podíamos hacer un aporte interesante.






Para destacar: justo pasamos en el día del festival de otoño y nos cruzamos con la gente armando stands de comida y un show de música, llegaban con linternas y había un espíritu muy alegre.





Detalle: lo que parecía ser una parada de colectivo con la particularidad de que no había ninguna calle cerca, hasta ahí solo podría llegar el Nekobus ^_^

Nos fuimos a pasear un poquito por un paseo de compras que es una calle techada pero por donde aun pasan autos y por la ciudad.






Y para finalizar el día nos fuimos al puerto a sacar un par de fotos nocturnas con las luces reflejando en el agua.





Nos volvimos en bus a Shin-onomichi para regresar a Kioto.

