Nuestro Viaje

Shirakawago

La región de Shirakawa-go y su vecina Gokayama bordean el valle del río Shogawa en las remotas montañas que van desde la Prefectura Gifu a la Toyama.

Declaradas Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO en 1995, son famosas por sus tradicionales casas de campo gassho-zukuri, algunas de las cuales tienen más de 250 años de antigüedad.

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Gassho-zukuri significa “construida como manos en plegaria” ya que sus techos asemejan las manos de un monje budista rezando. El estilo arquitectónico desarrollado por generaciones está diseñado para soportar grandes pesos de nieve en invierno. El techo da lugar a un gran ático que era utilizado para cultivar gusanos de seda.

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Una de las atracciones es quedarse a dormir en una de estas casas y comer una comida tradicional japonesa. Para esto es muy prudente y necesario reservar con tiempo. Nosotros lo hicimos a través de una web bastante buena que da información de las casas y muestra fotos, etc. Se las dejamos aquí: http://www.japaneseguesthouses.com. Se reserva online, se confirma por email y se paga en persona a la gente de la casa.

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Para llegar, nosotros fuimos desde Kioto a Kanazawa en un JR Thunderbird Limited Express (2.15 hrs). Al llegar tomamos ahí mismo un bus que lo compras en el momento y tarda más menos hora y cuarto en dejarte en la Villa Ogimachi. Desde Kanazawa hay 6 buses al día, desde Takayama hay 12. El tiempo total de viaje desde Kioto hasta la villa es prácticamente el mismo pasando por cualquiera de estas dos ciudades, pero nosotros queríamos especialmente pasar por Kanzawa porque nos parecía muy atractiva y al regreso paseamos por la ciudad antes de volver a Kioto. La idea original era irnos temprano, pasear un poco por Kanazawa y después irnos a Shirakawago. Como nos tomamos mal un tren perdimos demasiado tiempo en volver a la Estación de Kioto y llegamos justo antes de que salga el bus.

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La experiencia de pasar el día en la Villa Ogimachi y sobre todo quedarse a dormir, es algo sumamente recomendable. Ahora, la villa no pudo evitar que la urbanización le pase por encima. Hace 20 años debe haber sido una experiencia increíble, pero con la afluencia de turismo que tiene se fueron generando muchas facilidades de confort que a nuestro entender le hicieron perder muchos de los valores que la declararon Patrimonio de la Humanidad.

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A fin de dejar las casas gassho para alojar huéspedes, la gente del lugar fue construyendo al lado de las mismas casas comunes nuevas con techos de chapa. Si uno mira desde arriba y desde lejos nota que a lo que originalmente era un pequeño poblado de cien casas gassho, hoy se le suman unas cien más de chapa. A su vez la villa fue asfaltada, todo esto le quita la magia y la atmósfera de campo antiguo que alguna vez tuvo.

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La villa se recorre fácilmente a pie y tiene un sendero muy bien demarcado que te permite realizar una caminata donde tenés muy buenas vistas panorámicas y que en otoño se vuelve muy recomendable.

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Se pueden ver plantaciones pequeñas de arroz y verduras, mucho verde, un museito y un templo.

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También hay varias tiendas de comidas y regalos tanto en la zona donde te deja el bus como dentro de la villa. Shirakawago es la antítesis de la geishas, cualquier foto que saques se ve espectacular.

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Los techos de estas tan particulares casas son gruesos, muy gruesos, como de metro y medio de espesor. Se realizan solamente con paja prensada y es una tarea que al día de hoy siguen haciendo de manera cooperativa entre todas las personas de la villa.

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Más allá del sinsabor inicial de urbanización que nadie te anticipa, todo queda de lado en el mismo momento en que uno decide alojarse en una de estas casas (en las cuales no podés quedarte más de una noche). Nosotros nos quedamos en la casa Hisamatsu: http://www.japaneseguesthouses.com/ryokan-single/?ryokan=Hisamatsu.

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La distribución es la clásica de su época. Se basa en un comedor central con cocina-hogar a leña y las habitaciones van dispuestas alrededor. Los baños son comunes, el área de baño tradicional y el de toilet modernizado. Las habitaciones son de estilo tradicional, bastante amplias con pisos de tatami, futones, puertas de papel, etc. La anfitriona era sumamente atenta y hablaba un poquito de inglés (sin exagerar).

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Para cenar te llaman a una hora determinada y cenás con todos los huéspedes alrededor de la cocina a leña. Te sirven una gran variedad de platos realizados con materias primas del lugar y la comida es una clásica comida japonesa. De lo más rico que hemos comido.

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Se componía de: un hornito donde te cocinabas tu propia carne y verduras. La carne era carne de Hida (de la zona de Hida, de alta calidad y muy reconocida como la de Kobe), verduras había endivias, hongos y brotes de soja. Verduras en tempura, brotes de bamboo y otros en escabeche, trucha asada, tofu, batatas de Hida, hongos y algas (se veían raros pero sabían muy rico), sopa de miso y todo acompañado de arroz blanco y té ilimitados.

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Comiendo con nosotros había una pareja joven de Hong Kong, una pareja de Tailandia con su hija y la mejor amiga de la hija y una pareja japonesa mayor, sumados a la anfitriona y sus padres. En inglés todos nos entendimos lo suficiente para tener una amena charla de cena.

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Para desayunar también se hace en el mismo modo y a una hora específica. Te dan a elegir en la web entre desayuno japonés u occidental puesto que el desayuno tradicional japonés es casi un almuerzo e incluye pescado y no es acorde a todo el mundo de cualquier país. Nosotros elegimos occidental, la anfitriona no sabemos que pasó realmente pero decidió que todos debíamos comer lo mismo y que un desayuno occidental común era poco. Por lo que nos sirvió a todos: huevos revueltos, una medialuna grande, peras, sopa de miso, verduras, brotes, hongos, arroz, té y café.

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La “mascota” de la zona y amuleto típico es el Sarubobo. Su nombre significa literalmente bebé mono. Es un muñeco, normalmente rojo, con forma humana, sin ninguna característica facial que los distinga y que los hay de múltiples tamaños. La tradición dice que normalmente los Sarubobos eran hechos por las abuelas para sus nietos como muñecos y para sus hijas como amuleto para un buen matrimonio y familia.

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Se dice que no tiene características faciales porque eran hechos con telas usadas, o que la ausencia en el rostro permite al propietario reflejar sus emociones en el muñeco.

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