Viviendo en Japón

Año nuevo desde Japón: reloaded

El año nuevo tiene en todas partes del mundo, ciertas tradiciones que se siguen año tras año. En el caso de Japón hay dos modismos que se entrecruzan. Uno es el tradicional japonés y el otro el occidental, que cada vez gana más terreno.

El occidental incluye fiestas de “countdown”, en algunos casos fuegos artificiales, salir con amigos, tomar mucho, etc.

El tradicional japonés, comienza con la decoración de las puertas de hogares y locales comerciales con ornamentos especiales (hay varios diferentes) y la decoración en el interior del hogar y todo esto se realiza en fechas puntuales (así como se arma el arbolito de navidad el 8 de Diciembre). Es una fiesta muy familiar y una de las más importantes en todo Japón. Muchos locales cierran los primeros 3 días del año. antes de terminar el año, se realizan fiestas para dejar atrás el año que se va con todos sus problemas y sus preocupaciones. También se comen comidas especiales, cada una con su propio simbolismo y, por alguna razón que aún desconocemos, se ve un programa de TV específico y muy popular (kohaku uta gassen).

Los japoneses visitan santuarios shinto (y a veces templos budistas)  los primeros 3 días del año para pedir deseos para el año que comienza, comprar el amuleto del año y dejar el amuleto del año que ya pasó para ser quemado. Específicamente, si bien se va en los primeros 3 días, es muy normal que se reciba el año en un santuario.  A esto le sigue ver el primer amanecer para la buena fortuna durante el año.

Decidimos pasar nuestro primer año nuevo en Japón en la ciudad de Kamakura (cerca de donde estamos). Kamakura tiene uno de los santuarios más visitados del área de Kanto para esta fecha. Llegando a la Estación Kamakura, se camina por una de las avenidas principales que nace en la playa y termina en el santuario. La avenida esta completamente decorada para la ocasión y desemboca en un gran Torii que da comienzo a la zona del santuario.

En todo el predio se extendían numerosos puestos vendiendo diferentes comidas tanto saladas como dulces. Había okonomiyaki, papas con manteca, cangrejo, pollo frito (karague), takoyaki (pulpo), papas fritas, yakisoba, frutillas y manzanas con caramelo, bananas bañadas en chocolate, y mucho más.

También había algunas otras cosas como máscaras, darumas, lecturas de la fortuna y unas bebidas de colores en vasos con forma de lamparita y con luces que parpadeaban.

El predio es inmenso y contiene un gran lago y diversas edificaciones. Por todos sus rincones se expandían los puestos y las miles de personas comiendo y festejando.

Antes de la medianoche, el santuario en sí está cerrado y una laaaaarga cola de unas 20 o 30 personas de ancho por más de 100 metros de largo esperaban entrar por la primer plegaria del año. Cuando empieza el nuevo año, se abren las puertas y la gente comienza a entrar de a poco. Al cabo de unas pocas horas la cola se reduce considerablemente.

Una vez que entrás llegás a un lugar con altas escaleras. El sistema que utilizan para el ingreso de la gente en esa zona particular, es tan precario como efectivo. Dos oficiales sostienen una cuerda que cada determinado tiempo es levantada para dejar pasar gente y vuelve a bajarse para controlar el flujo de personas en el área de las plegarias. En esa instancia se suben las escaleras, se llega a una zona específica donde se lanza una moneda y se piden los deseos para este nuevo año. Suena bastante a la fuente de los deseos, pero es algo un poco más religioso y con mucho peso tradicional.

Abajo y a ambos costados del edificio para las plegarias, hay grandes espacios donde la gente del santuario vende souvenirs, amuletos, sake, etc.  Bastante caro por cierto, todo.

Caminando por allí encontramos también un comedor, espacio grande con mesas y sillas y una pantalla donde comprar comida y bebida por mostrador o máquinas expendedoras varias. Allí la gente descansa, se calienta un poco (no olviden que acá es invierno y el año nuevo lo pasamos con un clima de entre 4 y 1 C°). Algunos aprovechaban también para dormir… Sí, dormir, sobre las mesas… quedaban aún algunas horas para el amanecer.

Después de un breve descanso comenzamos nuestra caminata hacia la playa. Son unas 15/20 cuadras. Kamakura es hermosa y el camino por su peatonal y sus pequeñas calles sumamente agradable.

Una vez en la playa, aun todo muy oscuro y cientos de personas ya acomodándose en la arena para el amanecer. Al parecer, los jóvenes japoneses carecen totalmente de conocimientos sobre cómo hacer una fogata. Se limitan a quemar hojas de papel mientras le echan chorros de bencina… ni una sola ramita…

Al lado del mar, el frío se hace sentir bastante. Habiendo leído acerca de un café frente a la playa que abría sus puertas a las 6 de la mañana ese día particularmente, decidimos ver el amanecer de una forma más confortable.

En el bar te esperan con sake caliente que, aparentemente, es una tradición (para calentar el cuerpo). Parece ser que por poseer ojos redondos no éramos merecedores del dichoso sake y finalmente no lo probamos, nos daba vergüenza reclamarlo.

A medida que empieza a clarear, cada vez más gente llega a la paya y esperan pacientemente mirando al este que el sol asome.

 Y el tan ansiado sol se hizo presente entre los techos y una montaña con un hermoso cuervo como testigo de nuestros deseos para este año.

Como regalo adicional de principio de año, Japón nos agasajó con una hermosa vista del Monte Fuji hacia el Oeste. Nunca imaginamos que desde donde estábamos se veía, no era algo que esperábamos, así que también le pedimos los deseos de este año.

Volvimos a casa a dormir a eso de las 8 de la mañana y caímos reventados tras haber pasado una experiencia maravillosa. Akemashite omedetou gozaimasu!

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